En la entrada anterior
hemos considerado, a modo de reflexión, que nuestra actitud hacia la
Palabra de Dios resulta fundamental a la hora de estudiarla. De manera
que si entendemos que no es fácil estudiar la Biblia pero al mismo
tiempo somos indisciplinados a la hora de estudiarla, estamos viviendo
en un error, y no cualquier error, es un error fundamental.
Ahora bien, entendiendo que no es fácil estudiar las escrituras, la
siguiente cuestión a resolver será ¿Por qué no lo es? ¿Por qué no es fácil
estudiar la Biblia? Sin embargo antes de responder a esta
interrogante es necesario hacer hoy una aclaración importante puesto que
se puede dar la impresión de que la Biblia es un libro solo para
expertos, de manera que necesitamos aclarar a qué nos referimos al decir
que no es fácil estudiar la Biblia. A continuación intentaremos
describir la razón
fundamental por las que el estudio bíblico no es fácil.
Entender la dificultad que implica el estudio bíblico comienza por
preguntarnos ¿qué es la Biblia? Responder a esta pregunta es imposible sin la
asistencia del Espíritu Santo. Entender la respuesta a esta pregunta requiere
de una mente renovada. Esto es así porque, a diferencia de todos los demás
libros, la Biblia es un libro sobrenatural, divino, cuyo autor es el único que
puede verdaderamente interpretarlo. Esto esta claramente expuesto
en las escrituras. Tomemos por ejemplo tres pasajes de las epístolas
del apóstol Pablo. En el primero declara:
En el mismo contexto encontramos la siguiente afirmación:
Y en su epístola a los Romanos (3:11) también afirma, en cuanto a la mente del hombre expuesta a la revelación de Dios, que “No hay quien entienda.”
La interacción, por tanto, del hombre natural por sí sólo
con las escrituras es una empresa estéril. Vemos con toda claridad que el apóstol, bajo
la inspiración del Espíritu, reconoce que entender la voluntad de Dios (que es
lo que busca el estudio bíblico) no solo es humanamente difícil sino que es una tarea imposible.
Esto en cuanto a los no-creyentes. Pero, y qué de los creyentes que sí tienen una mente renovada, ¿pueden simplemente leer la Biblia y automáticamente entenderla? La respuesta es NO. El creyente necesita del mismo milagro que el no-creyente para conocer la voluntad de Dios y así lo manifiesta el apóstol Pablo:
Esto en cuanto a los no-creyentes. Pero, y qué de los creyentes que sí tienen una mente renovada, ¿pueden simplemente leer la Biblia y automáticamente entenderla? La respuesta es NO. El creyente necesita del mismo milagro que el no-creyente para conocer la voluntad de Dios y así lo manifiesta el apóstol Pablo:
De manera que, el estudio bíblico verdaderamente efectivo, demanda un milagro constante tanto para el hombre natural como para el creyente regenerado. Es precisamente esto lo que debemos buscar al acercarnos a la Palabra de Dios. Esto debe estar presente en nuestro entendimiento y debe modificar nuestra actitud hacia las escrituras.
Está claro, además, que no todo el que lee y estudia la Biblia, y profesa por ello ser cristiano, esta de hecho en la verdad. Son muchos en la historia los que han desfilado bajo el estandarte de “creyentes de la Biblia” y sin embargo al final de sus vidas han perecido en la condenación eterna. Y qué decir de aquellos que colocan al par de las escrituras otros estandartes que, según su entendimiento, son igualmente validos para conocer la voluntad de Dios.
El predicador ingles del siglo XIX, A.W. Pink escribe de su tiempo:
La Palabra de Dios puede ser estudiada por muchos motivos. Algunos la leen para satisfacer su orgullo literario. En algunos círculos ha llegado a ser respetable y popular el obtener un conocimiento general del contenido de la Biblia simplemente porque se considera como un defecto en la educación el ser ignorante de la misma. Algunos la leen para satisfacer su sentimiento de curiosidad, como podrían leer otro libro de nota. Otros la leen para satisfacer su orgullo sectario. Consideran que es un deber el estar bien versados en las doctrinas particulares de su propia denominación y por ello buscan asiduamente textos base en apoyo de «sus doctrinas». Aun otros la leen con el propósito de poder discutir con éxito con aquellos que difieren de ellos. Pero, en todos estos casos no hay ningún pensamiento sobre Dios, no hay anhelo de edificación espiritual y por tanto no hay beneficio real para el alma.
El beneficio de las Escrituras
p.2
Conclusión
Es un hecho que debemos conocer la Biblia mediante la lectura y el
estudio, pero lo que necesitamos entender es que no está en nuestras capacidades
la virtud de entenderla. Lo que el hombre necesita invariablemente es que el Espíritu
Santo lo capacite para percibir en ella la revelación de Dios.
Uno
de los amigos más íntimos de de Martín Lutero fue Jorge Spalatino.
Spalatino en cierta ocasión pregunto a Lutero cuál era su régimen o plan de estudio bíblico. Creemos que
Spalatino se vio movido a hacer esta pregunta debido a la admiración que sentía
por el conocimiento bíblico de Lutero. A esta interrogante el reformador respondió
mediante correspondencia. De esta correspondencia quisiéramos destacar el
siguiente fragmento:
… ahora, al rogarme que te oriente en lo que concierne al conocimiento de las sagradas escrituras, me planteas un problema que excede con mucho todas mis fuerzas. Y es que ni yo mismo puedo encontrar quien me guíe en asunto de tanta trascendencia... Lo que has de tener presente es la certeza inquebrantable de que a la escritura es imposible penetrarla a base de estudio y de ingenio. Por tanto tu primer que hacer será el de empezar por la oración; pero una oración por la que pidas que por su pura misericordia te conceda la inteligencia de su palabra si le agradara servirse de ti para su gloria, no para la tuya ni para la de ningún humano. Ningún maestro de las palabras divinas podrás encontrar que sea mejor que su propio autor… Por tanto te conviene sobremanera que desesperes de tu fuerza y de tu ingenio y que confíes únicamente en la acción del Espíritu.
Matín Lutero, 1518
Cartas Lutero, p.6
Cartas Lutero, p.6
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