El Espíritu Santo (PDF)

Bien pudiera ser que el motivo de la decadencia en la iglesia moderna de nuestros días sea el descuido en cuanto a la persona del Espíritu Santo. En él radica el éxito del cuerpo de Cristo, su poder es el que mueve el corazón de los incrédulos al arrepentimiento. Es él quien mantiene las palabras de Cristo vivas y bien preservadas en las escrituras. Fue él quien inspiro a los santos hombres de Dios para que escribieran su palabra sin exponerla al yerro humano.

Sin importar cuál sea el punto doctrinal que estemos tratando es del Espíritu Santo de quien dependemos para no fracasar en nuestro entendimiento. La santidad que Dios demanda del hombre sin la cual ninguno podrá verle proviene del Espíritu. Es él quien intercede por nosotros en nuestras débiles oraciones.
Es así como la doctrina del Espíritu Santo resulta en cualquier instancia la más importante y constante en el entendimiento de la Iglesia.

Por ello hoy compartimos este libro que sin duda serán un desafío para nuestras vidas en la profundización no solo en cuanto a conocimiento, sino más importante aún, de nuestra relación personal con el Espíritu Santo.

Puedes leer y descargar aquí mismo este libro.

La transfiguración de Jesús

Por: Roberto Estévez
Marcos 9:2; Lucas 9:28; Mateo 17:1-13
La porción de la Escritura que encontramos en Mateo 17 se llama comúnmente la transfiguración. Yo creo que en un sentido el termino podría confundirnos si pensáramos que en ese monte Jesucristo se transforma en algo espectacular, que no es lo normal para él, o que fuera ajeno a su persona. Por el contrario en el monte de la transfiguración los discípulos ven al Señor con la gloria que él tiene en forma normal y habitual. Desde la eternidad sin fin él ha estado con su Padre, como se revela en Juan 17:5 “Ahora pues, Padre, glorifícame tu en tu misma presencia, con la gloria que yo tenía en tu presencia antes que existiera el mundo”.

Es importante destacar que solo tres discípulos vieron esta manifestación de la gloria del Señor Jesús. ¡Cuánto necesitamos todos tener un percepción espiritual del Señor Jesucristo glorificado! Todos hemos sido expuestos al niño Jesús en el pesebre, o al Salvador muriendo en la cruz; ¡pero cuan necesario es que le veamos tal como él está hoy: glorificado!

Queremos recalcar que el propósito de subir al monte de la transfiguración no era hacer un acto espectacular, teatral, “hollywoodense” para impresionar a los discípulos. La razón por la cual consideramos este episodio en el estudio de los milagros, es porque hay por lo menos cinco fenómenos que podríamos llamar sobrenaturales o por lo menos, no habituales. En primer lugar, el rostro de Jesucristo resplandece como el sol.

En segundo lugar, los vestidos del Mesías se tornan blancos como la luz o tan blancos que ningún lavador los puede hacer tan blancos.

En tercer lugar, aparecen dos personajes importantísimos del Antiguo Testamento: Moisés representando la ley, y Elías representando a los profetas. Ellos están ahora hablando con Jesús, a pesar de haber muerto cientos de años atrás.

En cuarto lugar, apareció una nube muy especial. Si ese día no había nubes, fue una gran sorpresa, y si las había, esta nube se movía de una manera diferente a las otras nubes. Esto de por sí es un fenómeno que sin ninguna duda nos daría mucho que pensar. A veces durante tormentas hemos visto nubes que se mueven en direcciones distintas debido a dos corrientes de aire. Pero esta nube se mueve como si tuviera un control remoto. Las nubes cuando hay luz producen sombra. Normalmente cuando hablamos de la sombra pensamos en Ia sombra de la luz y del calor del sol.

Pienso que tendríamos que considerar aquí que la sombra se refiere a la que se produce por la gran luz que viene del Señor Jesucristo. Alguien me diría: “Y cómo sabe usted que la sombra no se refiere a la sombra del sol?”. Bueno, en primer lugar creemos que es muy probable que esto haya sucedido durante la noche. El Señor Jesús acostumbraba subir al monte a orar de noche. Las actividades del día le hubieran impedido subir. El hecho de que los discípulos tenían mucho sueño y luchaban para no dormirse, nos sugiere otra vez que esto sería algo durante las horas en que normal mente ellos estarían descansando.

El quinto prodigio es que se oye una voz de la nube que dice: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. A él oíd” (Mat. 17:5).

Ei sexto elemento, quizás en un sentido no tan impresionante, pero sin embargo muy importante, es que hay una conversación entre los tres en la que se habla del tema de su salida, Ia cual había de cumplir en Jerusalén.
Están hablando sobre su salida o éxodo, es decir, su muerte por crucifixión. Dos de los personajes más importantes del Antiguo Testamento están interesados en lo que le va a suceder en el futuro inmediato a Jesús de Nazaret.
Sigamos el relato del capítulo 9 de Lucas. En el versículo 28 leemos: “Aconteció, como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar”. Nos preguntamos: ¿por qué esos nueve discípulos se quedaron abajo? Los que subieron tuvieron una clase sobre las glorias y excelencias del Señor Jesucristo. Los nueve que se quedaron van a tratar inútilmente de curar al joven lunático con Ia consecuencia de un fracaso completo. Aquellos tres son los mismos que son elegidos cuando él va a resucitar a la hija de Jairo y son los mismos que luego llevaría a estar con él en el huerto de Getsemaní.

Uno piensa que Ia razón por la que ci Señor Jesús escoge a estos y no a los otros es que de alguna manera Pedro, Jacobo y Juan tienen un discernimiento espiritual mayor. Quizás tienen un deseo más intenso de estar con el Salvador. Podría ser posible que eligiera a estos tres porque tenían una sensibilidad espiritual más re1nada. Sin duda Jesús, que sabe todo lo que hay en el corazón del hombre, no iba a permitir que Judas Iscariote lo viera en su gloria. Esto hubiera sido como echarle perlas a los puercos. Si tú o yo hubiéramos estado allí en aquel momento, ¿hubiéramos sido de aquellos que estaban dispuestos a subir al monte?

Quizás yo hubiera dicho: “Señor, estoy cansado porque el día fue largo y no tengo ganas de subir al monte”. Pude haber argumentado que desde abajo se podía orar tan bien como de arriba en el monte. Yo me imagino que en muchas iglesias donde Ia palabra del Señor se predica con fidelidad, debe haber algunos que quieren subir al monte de Ia instrucción para ser enseñados por el Señor Jesús. Me imagino que hay hermanos y hermanas que quieren profundizar en las verdades de Ia oración del Señor Jesús con su Padre en Juan 17, y que hay creyentes que quieren ver algo más de Ia gloria que le pertenece a aquel que dijo: “Padre, quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24).

Lucas 9:29 nos dice: “Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y sus vestiduras se hicieron blancas y resplandecientes”. Su rostro resplandeció como el sol.

¡Qué hermoso es el rostro de aquel a quien nunca hemos visto y amamos! Cuando tenemos alguien que nos quiere mucho amamos ese rostro, no porque sea especialmente bonito sino porque sabemos que en ese rostro hay sentimientos de amor hacia nosotros. Por eso tenemos ese dicho que expresa que para las madres todos los hijos son lindos (ver Isa. 52:14; Juan 1:14).

Volvamos a Lucas 9:29: “Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y sus vestiduras se hicieron blancas y resplandecientes”. Mateo 17 nos da el detalle que su cara resplandeció como el sol. Es decir, Ia apariencia de su cara era tan luminosa que era similar a Ia del sol. Por supuesto que el sol es el astro que produce sobre Ia tierra Ia mayor cantidad de luz que podemos imaginar. Nosotros con una lámpara eléctrica a veces podemos iluminar 20, 50 o cien metros. Pero el sol ilumina miles y millones de  intensidad que nosotros no podemos igualar. Nos podríamos preguntar por qué el rostro del Señor Jesucristo está resplandeciendo como el sol, y la respuesta no es que Dios quiera que su Hijo muestre un aspecto de tipo teatral fantástico. ¡De ninguna manera! El rostro del Señor Jesús como el sol expresa algo de su gloria inescudriñable e impenetrable.

Su cara no brilla un poco menos que el sol sino como el sol cuando resplandece en su fuerza. Los discípulos tienen una visión de Jesucristo con la gloria que le pertenece como el eterno Hijo de Dios.

En Juan 17:24 vemos algo sobre Ia gloria del Señor Jesús y su deseo de compartirla con los creyentes. Allí leemos: “Padre, quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (ver “gloria” en Rom. 8:16-18; Ef. 3:20-21; Col. 1:27; 2 Ped.1:16-18; Apoc. 1:5-6; 5:11-13).

En Marcos 9:3 leemos: “Sus vestiduras se hicieron resplandecientes, muy blancas, tanto que ningún lavandero en Ia tierra las puede dejar tan blancas”. Marcos tiene dificultad en poder expresar cómo son esas vestiduras. Primero, nos dice que son resplandecientes; luego nos hace una comparación inesperada al decir “muy blancas, tanto que ningún lavandero en Ia tierra las puede dejar tan blancas”. Creo que nos quiere decir: “No he visto algo tan blanco en mi vida!”.

Cuando vamos a comprar pintura para pintar una pared, nos sorprendemos al ver cuántos tipos y matices del color blanco hay. Pero aquí hay un blanco que es como Ia nieve, absolutamente blanco. Creo que esto nos habla de esa pureza y santidad absolutas del Señor Jesucristo. Es una pureza que no permite absolutamente nada que Ia contamine o que le saque algo de su virtud.

Y agrega el evangelio que se les apareció Elias con Moisés que hablaban con Jesús. Lucas añade: “quienes aparecieron en gloria” (9:31). Elías, representando a los profetas y Moisés representando Ia ley.

El tema que discutían era Ia partida (éxodo) que cumpliría en Jerusalén. Este era un tema de gran importancia, y que seguramente incluía la muerte redentora de Jesús más Ia resurrección y ascensión.

Pedro, como siempre, está entusiasmado por lo que acaba de ver. No sólo el aspecto de su maestro es extraordinario, sino también ve a dos personas muy importantes de la historia de Israel. Observemos que Moisés y Elías tienen algo en común que es interesante y es que no hay un sepulcro de ninguno de ellos. Moisés murió y el cuerpo lo escondió Dios y leemos que hubo una contienda sobre ese cuerpo. En Judas 9 leemos: Pero ni aun el arcángel Miguel, cuando contendía disputando con el diablo sobre el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar un juicio de maldición contra él, sino que dijo: ‘El Señor te reprenda”. EI cuerpo de Elías tampoco fue sepultado porque la Biblia nos dice que subió al cielo en un carro de fuego.

Creemos que Moisés es simbólico de los creyentes que van a morir y ser enterrados esperando la venida del Señor Jesús en las nubes como lo enseña 1 Tesalonicenses en el capítulo cuatro. Elías simboliza a los creyentes que van a ser arrebatados para recibir al Señor en el aire y que no van a pasar por las puertas de la muerte.

J. Sidlow Baxter en su devocional Awake my Heart (“Despierta mi corazón”) nos dice: “1) La aparición de Moisés y Elías es una demostración con una prueba de que hay vida después de la muerte, pues allí aparecen y están vivos. 2) Moisés y Elias aparecen como individuos. No hay nada como un “nirvana” o la autoextinción en lo infinito. 3) Aparecen como personalidades en continuidad. Moisés es todavía Moisés y Elías es todavía Elías”.

Marcos 9:5 nos dice: “Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: ‘Rabí, es bueno que nosotros estemos aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro está pensando: “¡Cómo nos gusta este espectáculo! ¡Qué agradable y placentero estar aquí en el monte nada menos que con nuestro Maestro, Moisés y Elías!”. En Marcos 8:31-33 leemos que Pedro no quería que Jesús padeciera. Ahora Pedro ve Ia posibilidad de evitar lo que parece ser una tragedia, según lo que el Señor Jesús le ha dicho. “Si nos quedamos arriba en el monte todo va a estar bien. Quién se va a atrever a venir aquí a discutir con el profeta Elías, el que mandó que cayera fuego del cielo y mató a los impíos que venían a arrestarlo? Y quién se iba a atrever a discutir con Moisés?”.

Marcos 9:6 nos dice: “Pues él no sabía qué decir, porque tuvieron miedo”. ¡Cuántas veces nosotros no hacemos lo mismo! Hablamos sin saberlo que decimos. O hablamos lo que tiene sentido del punto de vista humano pero no necesariamente del punto de vista de Dios.

Versículo 7: “Vino una nube haciéndoles sombra, y desde la nube una voz decía: ‘Este es mi hijo amado; a él oíd”. Esta nube es muy especial. Viene y les hace sombra. En Lucas 9:34 leemos: “Mientras él [Pedro] estaba diciendo esto, vino una nube y les hizo sombra. Y ellos tuvieron temor cuando entraron en Ia nube”. Algunos han identificado esta nube con la Shekinah o la nube de gloria a la que se hace referencia en el Antiguo Testamento.

Decíamos antes que nos inclinábamos a pensar que era de noche cuando ia transfiguración sucedió. En el caso que el cielo no estuviera enteramente despejado y hubiera otras nubes, sería interesante ver a esta nube que parece que tiene un control remoto y que se mueve de forma distinta que ias otras. Se mueve hasta ponerse en una posición de hacer sombra. Dios apareció en el Antiguo Testamento con relación a una nube en Éxodo 19:9: “Jehovah dijo a Moisés: ‘He aquí, yo vendrá a ti en una densa nube, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo y te crea para siempre...” (Ver también 1 Rey. 18:44).

En cuanto a Moisés y Elías, parecería que cuando desaparecen lo hacen de una manera súbita. Marcos 9:8 nos dice: “de inmediato, mirando alrededor, ya no vieron a nadie más con ellos, sino sólo a Jesús”.

Observen que Ia nube les hizo sombra. ¿Sombra de qué, si era, como creemos, de noche? Matthew Henry piensa que les hizo sombra en el sentido que actuó como una especie de filtro para disminuir el resplandor formidable que les lastimaría los ojos, y agrega: “esta nube era para sus ojos como las parábolas para nuestro entendimiento; para proyectar cosas espirituales pero sensibles que ellos pudieran soportarlas”. En Marcos 9:7 vimos que “Vino una nube haciéndoles sombra, y desde la nube una voz decía: ‘Este es mi hijo amado; a él oíd”. Por supuesto era la voz de Dios.

Cuando el Señor habla su voz puede llegarnos de distintas maneras. Moisés escuchó Ia voz de Dios y lo tenemos descrito en Éxodo 19:17-19. Aquí la comparación nos sugiere algo de gran intensidad que va creciendo en volumen. “Moisés hizo salir al pueblo del campamento al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinal humeaba, porque Jehovah había descendido sobre él en medio de fuego. El humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremeció en gran manera. Mientras el sonido de la corneta se intensificaba en extremo, Moisés hablaba, y Dios le respondía con truenos” (ver Job 38:1-4; 1 Rey.19:9-13; Sal. 28:3-5; Juan 7:37-39).

¡Cuánto nos gustaría conocer los detalles de la conversación en el monte de la transfiguración! Las Escrituras nos dicen en Lucas 9:31 que Moisés y Elias aparecieron en gloria y hablaban de la partida del Señor, la cual había de cumplir en Jerusalén. Notamos que la palabra aquí en griego es doxa, que en general se traduce “gloria”. Es decir, Moisés y Elías aparecieron no ya más como aquellos hombres que sufrieron grandes dificultades y también obtuvieron grandes triunfos; ahora aparecen en gloria. Hablan de su salida en Jerusalén. Esta palabra se utiliza sólo tres veces en el Nuevo Testamento y es Ia palabra éxodos de donde sacamos el nombre del segundo libro de Ia Biblia. La vemos también en Hebreos 11:22 y 2 Pedro 1:15. Miremos ahora los versículos que siguen: “Porque os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas artificiosas, sino porque fuimos testigos oculares de su majestad.

Porque al recibir de parre de Dios Padre honra  gloria, desde la grandiosa gloria le fue dirigida una voz: O Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia’. Y nosotros oímos esta voz dirigida desde el cielo cuando estábamos con él en el monte santo” (w. 16-18).

¡Cómo necesitamos en el día de hoy los creyentes percibir en nuestros corazones algo más de Ia gloria y majestad del Señor Jesucristo!


Temas para predicadores
¿Sería yo uno de los elegidos para subir al monte?
Viendo Ia gloria del Señor.
"Este es mi Hijo amado, a él oíd"
Hablando sin saber lo que se dice.
El desafío de bajar del monte a la realidad.

Extraido de: Un médico examina los milagros de Jesús
Editorial Mundo Hispano 2007 (Pág.213-219)